Los niños, niñas y adolescentes tienen un desarrollo psicosocial que permite madurar física, emocional y cognitivamente. Según Piaget, alrededor de los 8 años los procesos cognitivos mediados por la intuición pasan a un período de operaciones concretas en las que el menor comprende la muerte como algo irreversible. Posteriormente, con la adolescencia, etapa en la que se generan cambios y nuevas vivencias, se genera un impacto social importante y este grupo se hace más vulnerable a la vivencia de emociones negativas e ideas de minusvalía, desesperanza y muerte.
Cuando aparecen diferentes cambios en la conducta que nos generan duda acerca de la posibilidad de que el adolescente piense en morirse, debemos actuar de manera rápida evitando pensar que “está llamando la atención”, o “se le va a pasar”. ¿Podemos saber qué piensa un adolescente? La respuesta es “no”. Nuestro deber es preguntar para saber qué pasa y cómo podemos ayudar. En algunas ocasiones, preguntar acerca del suicidio genera miedo y temor, porque no sabemos cuál será la respuesta y, si la respuesta es afirmativa, ¿qué hacemos?, ¿cómo podemos ayudar? Las preguntas se deben realizar con delicadeza pero de manera directa y concreta:
¿A veces sientes ganas de darte por vencido?
¿Has pensado en la muerte?
¿Piensas en hacerte daño?
¿Piensas en morirte?
¿Pensaste cómo o cuándo lo harías?
¿Has pensado en el suicidio?
¿Alguna vez has intentado hacerte daño?
¿Tienes acceso a armas u objetos que se puedan utilizar como elementos para hacerte daño?
Preguntar acerca del suicidio no motivará conductas autolesivas, que es el primer mito que debemos aclarar, ya que preguntar ofrece la oportunidad de hablar de nuestros sentimientos y buscar otras alternativas. Por eso, es importante conocer los signos de alarma en los niños y adolescentes, para identificar y activar una ruta de atención adecuada; algunos de ellos son los siguientes:
- Estado de ánimo triste o irritabilidad.
- Pérdida de interés y placer en las actividades que antes le agradaba realizar.
- Llanto constante.
- Cambios en alimentación o sueño, dados por exceso o defecto.
- Intentos previos de autolesión.
- Apariencia afligida, retraso psicomotor, fatiga o conductas de agitación.
- Aislamiento social, poca comunicación verbal.
- Sentimientos de culpa, autoconcepto o autoestima bajo.
- Dificultades para concentrarse, indecisión o indiferencia.
- Bajo rendimento escolar.
- Ideas recurrentes de muerte o suicidio.
- Hablar acerca del suicidio con afirmaciones como “voy a matarme”, “soy un estorbo”, “quisiera estar muerto”, “desearía no haber nacido”.
- Obtener los medios para atentar contra su propia vida.
- Realizar conductas de riesgo como aumentar el consumo de alcohol o drogas.
- Despedirse de las personas como si la despedida fuera definitiva.
Al conocer y educarnos sobre el tema, podemos concientizarnos y trabajar juntos para prevenir el suicidio
10 de septiembre, Día Mundial para la prevención del Suicidio.
Dra. Andrea Guzmán
Psiquiatra de Niños y Adolescentes
Miembro regional Quindío SCP