Un estudio con dos grupos de menores de edad en situación de desplazamiento revela cómo, a pesar de sus vivencias, cuentan con bases sólidas en lo relativo a la moral. Aunque el sentimiento de venganza puede aflorar, consideran que está mal robar y lastimar a otros.
A diferencia de lo que piensan algunas personas, los menores que han crecido en medio de adversidades, de injusticias e ilegalidad,
desarrollan conceptos morales y no son generaciones perdidas.
Así lo determina una investigación realizada por el profesor Roberto Posada, del Departamento de Psicología de la UN, adelantada con menores de edad en situación de desplazamiento forzado en Bogotá.
En su estudio, el docente exploró cómo razonan niños y jóvenes que han experimentado diferentes grados de violencia, sobre situaciones familiares con características morales relevantes.
Se trabajó con dos grupos: niños entre 6 y 9 años y adolescentes entre 13 y 16 años. En total, 96 menores de edad fueron entrevistados individualmente sobre situaciones morales abstractas y contextualizadas. Dentro de los resultados más significativos figuran respuestas mayoritarias en torno al sentido negativo de acciones como robar y lastimar a otros.
Las razones que dieron los participantes tuvieron que ver, en su mayoría, con preocupaciones por la justicia, así como por el bienestar y los derechos de los demás. También, casi en su totalidad, aseguraron que debe haber reglas que prohíban esas transgresiones, las cuales calificaron como muy graves.
“Estos resultados nos muestran que sus conceptos morales se han construido y están allí, lo cual es un punto positivo y esperanzador que arroja la investigación”, señala el profesor.
Sin embargo, en general, los menores que han experimentado situaciones de adversidad extrema, como desplazamiento forzado, consideran que los medios agresivos resultan adecuados para impartir justicia en episodios en los cuales ellos y sus familias han sido lastimados.
Venganza sí, pero…
Según cifras de la Unidad de Víctimas, cada día son desplazados 89 menores de edad en Colombia, de los cuales el 69 % se encuentra entre los 0 y 12 años. Además, se calcula que en los últimos 28 años, el 38 % de cerca de 5 millones de víctimas, figuran en estos rangos de edad.
Por regiones, el 65 % de los casos de desplazamiento de menores, entre enero y agosto del 2013, ocurrieron en Nariño (18 %), Valle del Cauca (16 %), Antioquia (12 %), Cauca (10 %) y Chocó (9 %).
Las situaciones hipotéticas contextualizadas que se plantearon aludieron a escenarios con características relevantes y comunes para esta población. En una situación de línea de base, se presentó el caso de un joven con la edad de los entrevistados, al que le había gustado una bicicleta. Sus padres le brindaron la posibilidad de regalársela en un plazo de 9 a 10 meses, en su próximo cumpleaños. Días después, el menor iba por la calle y vio a alguien montado en la bicicleta que a él le había gustado.
Una vez presentado el caso, se le preguntó a cada participante: ¿qué va a hacer el protagonista de la historia?
El 59 % de los adolescentes dijo que se la iba a robar. Esta actitud, según el investigador, muestra expectativas basadas en algunas creencias sobre el mundo en el que viven. “Es una respuesta preocupante, porque los adolescentes están viendo que, en su mundo, lo común es que se robe, así no esté bien”, señala el investigador.
Sin embargo, cuando se indagó sobre lo que podría estar sintiendo esa persona a causa de sus acciones, los participantes, en su mayoría, le atribuyeron un sentimiento negativo a quien robaba, incluso a pesar de estar en una situación de necesidad. Este dato es calificado como positivo dentro del estudio, pues los menores no consideraron el robo como algo de lo cual podrían estar orgullosos o satisfechos.
En una segunda situación se les preguntó: ¿qué sucede si el protagonista de la historia reconoce a alguien del grupo que lo desplazó y este último va solo por la calle con algún objeto de valor? En el grupo de adolescentes, un número significativo dijo que esta situación terminaría en algún tipo de retaliación, una forma de cobrar venganza causando daño físico. Por su parte los más pequeños, aunque no la mayoría, no afirmaron que lo mejor sería lastimarlo, pero sí propusieron el robo como forma de desquite.
Después de que dieron a conocer sus expectativas en las situaciones planteadas, se les contaron los finales para cada situación: en el primero, el protagonista terminaba robando; y en el segundo, lastimando al otro personaje.
Lo mejor es prevenir
En la situación de venganza, más del 20 % de los menores aprobó que le hubieran hecho daño al otro. Las razones para esta actitud estaban relacionadas con impartir justicia y hacerle sentir al agresor lo mismo que ellos experimentaron. Es decir, el razonamiento detrás de este hecho es una cuestión moral.
Otro resultado importante fue que de las razones esgrimidas en la evaluación sociomoral en esta condición de venganza, solo el 27 % de los menores presentaba preocupaciones de tipo moral, relacionadas con la justicia y el bienestar de los demás.
Entre los que la evaluaron negativamente, la mayoría no consideró que robar o lastimar a otro estuviera mal por cuestiones de justicia, bienestar o derechos. Las razones se basaron en las consecuencias negativas para quien realiza ese tipo de acciones, entre ellas la de ser recluido en una cárcel.
El estudio presenta algunas conclusiones importantes que evidencian el desarrollo sociomoral de menores colombianos. Sobresale cómo a pesar de las malas experiencias vividas, predominan conceptos morales fuertes de los cuales han sido provistos por sus familias.
No obstante, el investigador advierte que eso no quiere decir que las situaciones de adversidad que han experimentado hayan pasado inadvertidas y por eso no descartan medios que pueden prolongar ciclos de violencia, como una manera de solucionar problemas e injusticias en su vida.