Esta carta no tiene por objeto privar a los menores de edad de sus derechos.
Atento saludo. Se la ve a usted llena de juventud y “muy pila”, con ganas de arreglar y “desfacer entuertos”. Estamos, pues, expectantes e ilusionados, a ver si usted puede solucionar lo que sus predecesores no pudieron o no quisieron.
Shanghái, Singapur, Hong Kong, Taipéi, Corea y Finlandia son los sitios “estrella” en educación en el mundo, y la primera de las causas de este acierto es el respeto sumo a los maestros. Colombia se encuentra en la cola de todos los países en educación y una de las causas principales, hablando en “puridad”, como dice la gente, es que aquí los maestros parecen existir para ser insultados por muchos padres de familia, o para ser el hazmerreír de algunos medios de comunicación y de la sociedad. Así, y esto parece ir para largo, nunca saldremos del vergonzoso puesto en el que nos encontramos a nivel mundial.
Muchas veces lo he dicho desde esta tribuna, pero predico en el desierto, porque todos los que tienen hijos están felices con la machacona insistencia que viene desde la ONU, las organizaciones mundiales, las iglesias, los gobiernos, sobre los derechos de los niños. Hace poco oía yo de los 44 derechos de los niños. Parece que a todos estos predicadores de los derechos de los niños les faltara sindéresis, porque es elemental que todos tenemos derechos, pero también deberes, y que a todo derecho corresponde un deber. Miramos aterrados cómo alumnos acuchillan e incluso asesinan a los maestros, cómo los muchachos hacen lo que les da la gana en muchos colegios: si no quieren asistir a clases, no asisten; si no cumplen con sus deberes, se les deben dar mil oportunidades, no para que aprendan, sino para que “pasen”; si insultan al profesor, el rector debe llamar a las partes a que concilien y todo sigue igual, porque continúan irrespetando al maestro, incluso de manera arrogante y aparatosa. Pero, ¡cuidado!, ante todo hay que preservar y salvaguardar los derechos de los niños.
Y los padres que llegan “con tres piedras en la mano” a insultar a los maestros lo hacen amparados en los derechos de los niños, de sus lindos retoños, que no tienen ningún defecto, que no mienten, que son perfectos.
Señora Ministra, qué hacer con padres, que cada vez los hay más, maniáticos, que llegan religiosamente todos los días a los colegios y escuelas a poner problemas y si algún rector o profesor trata con buenos modales de ponerles el ‘tatequieto’, entonces amenazan y acuden a instancias de funcionarios de la educación que les escuchan todas las quejas, mentiras y exageraciones, muchas anónimas, y les dan curso, por raras y estrambóticas que sean, perjudicando gravemente la buena honra de personas e instituciones y haciendo perder mucho tiempo a los colegios, que deben contestar con largas cartas, acompañadas de innúmeros documentos probatorios. ¿Quién defiende a los maestros?
Bien que conocen los derechos de los menores de edad los delincuentes y por ello los utilizan para cometer robos, atracos y asesinatos. Los menores de edad que delinquen son casi intocables porque son menores y tienen derechos.
Otro día, Ministra, le contaré cómo funcionan muchos colegios, especialmente oficiales, donde las pandillas tienen amedrentados a los maestros y donde muchos alumnos hacen lo que les da la gana porque saben que son intocables y conocen muy bien sus derechos. Esta carta, Ministra, no tiene por objeto privar a los menores de edad de sus derechos. ¡Dios me libre! Sino enseñarles a la sociedad, a los padres de familia y a los niños y adolescentes que también tienen deberes. ¡Vaya descubrimiento!
Andrés Hurtado García
Tomado de: http://www.eltiempo.com/opinion/columnistas/carta-a-gina/15120303