Según estudios, en ese departamento 39.000 menores de 5 años sufren de hambre en la zona.
A los 16 años Rosa María se convirtió en madre y un par de meses después volvió a quedar en embarazo, pero como ella es una niña, su mamá, de 65 años y quien además tiene 10 pequeños, debió asumir la responsabilidad de alimentar dos bocas más.
Los niños de Rosa María hoy tienen 2 y 3 años de edad, pero por su talla parece que tuvieran un año; ellos comen lo que la anciana y su esposo, también de avanzada edad, logran pescar en el mar.
Sin embargo, lo poco que llevan a la ranchería es para compartirlo entre todos con algo de arroz que les llega de Maicao y que por las restricciones en la frontera lo compran más caro.
El caso de los hijos de Rosa María, quien vive en una ranchería del sector de Tolima, en Uribia, es el de miles de niños wayú que, además de estar a cargo de sus abuelos u otros familiares, padecen desnutrición, una situación que se ha agravado, entre otras cosas, por los casi tres años que llevan de sequía y por la escasez de alimentos que se vive en el vecino país y que ya no ingresan libremente a Colombia.
La Guajira es, según el Instituto Nacional de Salud, el departamento con más casos de niños con desnutrición. Al 30 de mayo, se reportaban 94 muertes por esta causa en el país, de los cuales 11 corresponden a la península, donde el año pasado sumaron 48 casos.
De acuerdo con la regional del Instituto Colombiano de Bienestar Familiar (ICBF), en ese departamento se reportan 39.000 menores de 5 años en estado de desnutrición, de ellos el 90 por ciento son indígenas.
Con base en estas cifras, en su reciente visita a Riohacha, el presidente Juan Manuel Santos llamó la atención por la preocupante situación de los niños de La Guajira y pidió al ICBF un censo “confiable que permita” identificar a los niños con desnutrición y medir cuántos se benefician de sus programas.
No obstante, Santos desmintió versiones que indican que 5.000 niños guajiros han muerto en ocho años por desnutrición.
Y aunque las muertes no son tantas como se ha especulado, incluso hay más fallecimientos por causas asociadas, como diarreas, enfermedades respiratorias, perinatales (antes de nacer) y mortalidad materna, la cifra de decesos por desnutrición no deja de ser preocupante. Un reciente reporte de la Secretaría de Salud departamental da cuenta de 68 niños muertos en este 2015 por otras causas.
Pero lo que más agudiza la mala alimentación de los niños wayú, principalmente de la alta y media Guajira, donde se estima viven 300.000 nativos, es la prolongada sequía, que ha hecho que en estas polvorientas tierras solo proliferen cactus y trupillos y pequeñas manadas de chivos.
Nidia Romero, directora de la regional del ICBF, dice que “la sequía ha llevado a que se sequen los jagüeyes y a que los indígenas ya no puedan tener sus huertas, donde cultivaban fríjol, maíz y ahuyama”. Además, explica la investigadora y líder indígena Margarita Pimienta, “los wayú solían tener grandes cantidades de ganados bovino y caprino, pero ahora eso es imposible, muchos animales han muerto y el que más tiene no pasa de 4 o 5 reses y de 50 chivos”.
Otro factor que incide en el desabastecimiento y la consecuente desnutrición de la población, no solo de niños sino también de adultos, es el cierre de la frontera venezolana para el paso de productos del vecino país hacia Colombia.
“Nuestros indígenas adquirían a menor precio alimentos allí para su ingesta y para comercializar, pero ahora ellos dicen que ni teniendo la plata lo pueden hacer”, señaló Romero.
Con esta opinión coincide la docente y líder wayú Sonia Barliza, que dice que “el arroz, el aceite, la azúcar y la harina llegaban por Maicao y se conseguían baratos, pero ahora pasa poco y lo que se consigue es caro. Por eso también es la hambruna”. Barliza, que vive en Puerto Estrella, en la alta Guajira, cita, por ejemplo, que una paca de harina (de 20 kilos) costaba 22.000 pesos, pero ahora vale 60.000 pesos.
Esta situación ha llevado a que los alimentos que entrega el ICBF para los niños terminen siendo consumidos por todos los miembros de las familias. “No solo los consume el niño menor de 5 años, cuyo estado nutricional es muy grave, sino también los hermanos y los adultos”, insiste la directora regional del instituto. A esta situación el alcalde de Uribia, Abel Giacometto, le suma el retorno de wayús. Asegura que su municipio es el principal receptor de indígenas que, ante la crisis venezolana, decidieron regresar al país.
Giacometto estima que en Uribia hay 25.000 familias dispersas en el desierto y que ubicarlas y darles soluciones a cada una no es fácil, más cuando no hay carreteras y las distancias entre una y otra ranchería pueden ser enormes. “Así no hay presupuesto que alcance”, sostiene.
Tomado de: http://www.eltiempo.com/colombia/otras-ciudades/desnutricion-en-la-guajira/15947681