Ellos aprenden esencialmente de lo que ven. Es clave que reconozcan sus errores y los reparen.

Desde los cuatro años, un niño, en cualquier contexto cultural, está en capacidad de reaccionar cuando siente que alguien está siendo injusto con él. Sin embargo, solo a los ocho años, y particularmente en sociedades desarrolladas, los pequeños responden ante las injusticias que se cometen contra otros.

Este es el principal hallazgo de un estudio multicultural sobre el desarrollo del sentido de la justicia en los niños, llevado a cabo por los psicólogos y antropólogos Peter Blake, de la Universidad de Boston; Katherine McAuliffe, de Yale y Harvard, y Dakar Fann, de Senegal, con el apoyo de colegas en otras ciudades y países.

Los investigadores, cuyo trabajo fue publicado por la prestigiosa revista ‘Nature’ en su edición de noviembre, analizaron a 866 niños entre 4 y 15 años de edad en Canadá, India, México, Perú, Senegal, Uganda y Estados Unidos.

Cada niño fue puesto junto a otro de su mismo rango de edad, y al azar se les entregaron recompensas, pero a unos les dieron más que a otros.

El experimento arrojó que hacia los cuatro años los pequeños reaccionan en forma espontánea ante la idea de recibir una menor recompensa que su compañero; es decir, que tienen una aversión natural a lo que se denomina la ‘injusticia en desventaja’.

Y con los niños mayores de ocho años se halló que algunos de ellos ya podían reaccionar ante la injusticia de que les entregaran más que a sus compañeros, manifestando aversión a lo que se conoce como ‘injusticia en ventaja’.

Los autores de este trabajo concluyeron que el primer rasgo parece estar, en buena parte, en la naturaleza humana, pues se desarrolla a temprana edad y se presentó en los niños menores de ocho años de todas las culturas evaluadas durante el estudio. Aunque cabe anotar que los niños de países en desarrollo presentan esta característica en edades más tardías que los de países desarrollados.

En el segundo caso, el de la aversión a la injusticia en ventaja, que emerge alrededor de los ocho años y se incrementa con la edad, esta solo apareció con claridad en niños de Estados Unidos, Canadá y Uganda. Aunque el estudio aclara que el hecho de que un niño no demuestre alguna de las dos aversiones a la injusticia antes de sus 15 años, no significa que no pueda desarrollarlas como adulto.

El caso específico de Uganda permite pensar que esta característica aparece no solo en los países más ricos. Por lo que abre la necesidad de más estudios al respecto.

La neuropsicóloga colombiana Annie de Acevedo asegura que los niños imitan, es decir que “aprenden el 90 por ciento de lo que ven”, por lo que no es descabellado pensar que podría ser a partir del ejemplo como los mayores de ocho años de Uganda interiorizan la aversión a la injusticia en ventaja.

“Los niños de países desarrollados lo entienden más rápido –afirma la neuropsicóloga– porque sus mundos son organizados. Mientras que en realidades más complejas y confusas como la colombiana eso es más difícil. Razón por la cual no hay que dar por hecho que el niño entiende cosas: hay que hacer un esfuerzo por hablarle cotidianamente de conceptos complejos en los términos más simples que sea posible”.

Acevedo, al igual que otros expertos en la materia, sostiene que el ejemplo, la explicación y el diálogo en el hogar son claves para que los niños, que tienen el pensamiento concreto hasta los 13 años, entiendan el concepto abstracto de justicia.

Los juegos de rol, las simulaciones y el modelo de los adultos son necesarios para fomentar el concepto de justicia. “Pero si el niño no ve que hay una acción y una consecuencia, no percibe que haya una pena justa, no ve que lo que se hace mal se paga y quien hace el bien es reconocido, pues no va a poder procesar dicho concepto”, explica.

‘No es a gritos’

El psiquiatra Álvaro Franco comparte la perspectiva de Annie de Acevedo de que es en el juego y con el ejemplo como se forma el concepto de justicia en los pequeños. El especialista afirma además que el desafío para los padres, con miras a formar un futuro adulto, es intentar descartar la justicia punitiva (golpes, encierro o gritos, entre otros) en la crianza, porque no funciona.

En el caso del experimento publicado en ‘Nature’, los niños rechazaban un acto injusto sin que el autor de este fuera una persona concreta. Pero que el niño viva en un hogar donde se premia por lo bien hecho y se castiga lo que está mal, que el accionar del niño tenga las consecuencias adecuadas para su formación, es responsabilidad de los adultos que lo rodean.

Franco recomienda, en lugar de castigar, implantar un modelo de justicia reparativa, en el que el niño aprenda a reconocer que hizo algo malo, pida excusas por ello, con un acto repare lo hecho (un dibujo, una manualidad, dar un abrazo) y se comprometa a no repetirlo.

“La reparación –explica Franco– nacerá naturalmente del niño, pero los padres lo tienen que orientar. En un hogar donde los padres resuelven a golpes sus peleas, un niño no va a aprender algo diferente. Por eso debe ver el ejemplo del diálogo, con acciones tan simples como que nadie haga trampa cuando estén jugando”.

Estudios similares al publicado por la revista ‘Nature’, llevados a cabo por las universidades de Michigan y Emory, en Atlanta (Estados Unidos), también revelan que hay un aumento general de la generosidad en los niños entre los cuatro y los nueve años, y que los no occidentales tienden a compartir con más equidad que los occidentales.

 

Tomado de: http://www.eltiempo.com/estilo-de-vida/educacion/crianza-de-ninos-en-el-siglo-xxi/16546704