Con el final de las vacaciones llega la primera escolarización.
Este cambio no solo marca un antes y un después para los padres, que reciben con algo de añoranza una evidencia de que su hijo ya no es un bebé y ha dejado atrás su primera infancia, sino que también supone un primer reajuste vital para los pequeños, que experimentarán una mayor grado de socialización, disciplinas y tareas, así como un cambio de rutinas.
“En algunos países, a los tres años los niños ya comienzan con la escuela de educación infantil, recomendable pero no obligatoria, aunque en este lapso aún no “necesitan aprender conocimientos” y siguen jugando la mayoría del tiempo, hasta los 6 años de edad, cuando comienzan su primer grado de educación primaria”, explica la psicóloga clínica Margarita García Marqués.
Por otra parte, según explica la también psicóloga clínica, María Jesús Ribas, “durante la educación infantil, una etapa preparatoria para la escolarización obligatoria, los niños van familiarizándose con lo que aprenderán en el siguiente período educativo, y comienzan a realizar ejercicios de escritura y lectura acordes a su edad”.
“Aunque no existe el nivel la exigencia de la escuela primaria y dedican un tiempo a los juegos, los pequeños que acaban de dejar la guardería ya utilizan libros y fichas de estudio, realizan manualidades, dibujos y van conociendo las letras y números”, explica esta experta en pedagogía.
“En estos tres años se procura sentar las bases para que los niños desarrollen sus aptitudes mentales y físicas, e importa más que la mera instrucción una acción educativa global, que favorezca la adaptación del pequeño al medio natural y social, formando hábitos y actitudes y encauzando su emotividad mediante el juego y el contacto con la realidad”, señala.
“En muchos casos, con la educación infantil los pequeños comienzan a abrir sus ojos al mundo, lo cual les resulta más estimulante y divertido, que traumático o estresante”, indica Ribas.
Claves de la readaptación infantil
Consultada sobre las reacciones que pueden producirse en un pequeño, al cambiar de un centro infantil a otro más escolar, Margarita García Marqués señala que el cambio de la guardería (0 a 3 años de edad) a la Educación Infantil (3 a 6 años) o “primera transición educativa” no suele causar mayores efectos adversos, y la adaptación suele ser más suave.
“El mayor salto, y que requiere una mayor readaptación, es la “segunda transición educativa”: cuando los niños empiezan con la Primaria, lo que equivale a más exigencias, exámenes y calificaciones, y las relaciones con nuevos profesores, compañeros y centro”, explica la directora del Centro Hara.
Según García Marqués “en el salto de la guardería (‘guarde’) a la educación infantil (‘cole’) se le puede decir al pequeño que va a ir al colegio de los mayores y explicarle, en un lenguaje sencillo, que hay un periodo de adaptación antes de comenzar a aprender materias, ya que estos conocimientos que se enseñan en los primeros años son mínimos, para ir permitiendo que el pequeño se adapte de una forma adecuada”.
Según esta psicóloga, que imparte un taller psicológico denominado ‘Escuela de padres y educadores’, “es importante la forma en que los padres aborden los cambios y nuevos comportamientos del niño a la hora del salto de la guardería a la escuela, y que no caigan en la sobreprotección ni en los temores infundados o exagerados”.
Esta profesional recomienda a las madres y padres, sobre todo a los primerizos, que en esta nueva etapa “procuren confiar en la capacidad de adaptarse de su pequeño y sepan que las pequeñas crisis de adaptación que pueda pasar, debidas a cambios de compañeros, edificio y profesores y nuevas situaciones, le van a ir formando como persona y le ayudarán a madurar“.
Consejos para padres inexpertos
“Los padres novatos –según la directora de Hara- es importante que confíen en sus hijos, porque estos aún miran mucho a sus progenitores para saber qué han de sentir, y observan si sus mayores están tranquilos o les inquieta la situación. Los hijos perciben de forma natural estos sentimientos y sensaciones paternas, contagiándose en cierta medida de ellos”.
“Si los padres estamos tranquilos y confiados, para nuestros hijos el cambio será más fácil: es importante que ellos puedan sentir y saber que pueden contar con nosotros, con nuestra confianza y que podemos hablar de lo que ocurre en el colegio y buscar soluciones si es que existe un problema, ya que siempre estaremos a su lado“, señala esta experta a Efe.
“Los niños suelen pasarlo peor al pasar a primaria, a los 6 años, cuando tienen que obtener resultados positivos, comienzan las notas propiamente dichas y tienen que hacer un esfuerzo mucho mayor. Los pequeños comienzan a identificarse con el que saca buenas notas y el que no y a percibir la exigencia. En esta etapa el nivel de frustración puede ser grande si no alcanzan el límite mínimo exigido en la clase”, explica García Marqués.
Según esta psicóloga, los niños pueden experimentar inseguridad, retraimiento y desconfianza al pasar a un entorno más escolar, pero “esto ocurre solamente cuando no están preparados para el cambio”.
Para preparar al niño de forma positiva, según esta experta hay que “mostrarle cierta alegría, porque ya se está haciendo mayor y va al ‘cole’ de los mayores, mencionarle los beneficios del cambio y explicarle que va a aprender más cosas y tener más responsabilidad, podrá llevar sus lápices de colores o una nueva mochila y conocerá a otros amiguitos”.
“Si le presentamos al menor la entrada al cole más como un reto que se puede superar que como una prueba difícil, y si le mostramos confianza en él y en que está preparado para este cambio, estará más dispuesto a ir ‘por fin’ al cole de los grandes”, señala esta experta.
En opinión de García Marqués los padres deben mostrarle a sus hijos que están orgullosos de ellos y de cómo han crecido, y presentarles el aprendizaje como un juego. Cuando los pequeños lleguen a casa han de preguntarles qué han aprendido y sentirse alegres y sorprendidos de sus nuevos descubrimientos”.
De este modo “el menor vivirá los cambios, como una cosa divertida, positiva y beneficiosa, y sentirá que está preparado para dichos cambios”, explica la psicóloga.
“Es importante que los padres no se angustien ni piensen que el pequeño no está preparado para este salto o que lo va a pasar mal, ya que a los niños, por naturaleza, les gusta aprender, conocer y saber. Son inquietos y, lo nuevo, les llama especialmente la atención”.
“Los padres han de dejar actuar a sus hijos y estar abiertos resolver los problemas que puedan ir llegando, con cariño y decisión”, finaliza la psicóloga.