Un día de sol y esparcimiento en Melgar (Tolima) iba a ser el premio por su buen desempeño en el año escolar para 37 alumnos del Colegio Santa Bárbara de Ciudad Bolívar. Partieron el miércoles hacia su destino en el bus de servicios especiales conducido por Fernando Farfán, de 22 años. Por desgracia, la ilusión terminó abruptamente en el kilómetro 79 de la vía Bogotá-Fusagasugá.
En este punto, según testimonios, se produjo el enfado de Farfán, quien habría apretado el acelerador con intenciones de desquite luego de que una tractomula lo sobrepasara, y alcanzó una velocidad que sería mayor que la permitida. En una curva perdió el control del automotor, lo que provocó un accidente en el que murió Leidy Tatiana Medina, de 16 años, y ocho compañeros suyos quedaron gravemente heridos. A dos de ellos fue necesario amputarles extremidades.
El intenso dolor que causa un hecho como este obliga a retomar la pregunta, cargada de impotencia, de por qué el transporte de menores sigue siendo fuente de tragedias. Con pesar, hay que admitir que el transporte de niños y, en general, de cualquier persona en la modalidad de servicios especiales no exige más condiciones que el de carga.
Urgen un marco regulatorio mucho más estricto y una cultura de prevención y autorregulación. Las personas que conducen estos vehículos deben cumplir con requisitos particulares, tener una capacitación adicional y ser objeto de un control permanente que garantice no solo que poseen las habilidades técnicas necesarias, sino un perfil sicológico que les permita ser plenamente conscientes de la responsabilidad que acarrea su oficio. Habría que revisar, también, el ciclo de vida de los buses, muchos de los cuales terminan prestando estos servicios luego de ser desechados por las grandes empresas, sin consideración por la seguridad de sus posteriores usuarios.
Sin duda, las múltiples falencias en esta materia mucho tienen que ver con que, según lo ha reconocido el propio Ministerio del ramo, la principal causa de muerte en Colombia de niños entre 5 y 12 años sea la accidentalidad vial. Hay que romper ese círculo vicioso de las buenas intenciones luego de las desgracias y que no logran pasar a los hechos. Ya es suficiente.
Tomado de http://www.eltiempo.com/opinion/editorial/editorial-quien-transporta-a-nuestros-ninos/14861155.