Frente a pantallas, nacidos en la era digital mejoraron sus aptitudes de velocidad y automatismos.
Pragmáticos, testarudos, autónomos, ambiciosos e inmediatistas: la generación Z, constituida por aquellos que nacieron entre finales de la década de los 90 y comienzos de la del 2000, están decididos a construirse un mundo distinto al de sus mayores, alejado de los códigos sociales actuales.
Dado que su vida social está en la red, donde encuentran con qué y quiénes identificarse, y mecanismos para expresarse, pasan varias horas de su día conectados a internet.
Leen poco, no practican deportes y no los desvela educarse y conseguir un trabajo para ganarse la vida. En cambio, como ninguna otra generación, la de estos ‘mutantes’ (así se refieren a ellos algunos investigadores por su fusión con el mundo digital) está preparada para absorber las nuevas tecnologías.
Cuando nacieron había internet. Crecieron y crecen con los videojuegos y los celulares. “Han ganado aptitudes cerebrales relacionadas con la velocidad y los automatismos, en detrimento de otras, como el razonamiento y el autocontrol”, dice Olivier Houdé, director del Laboratorio de Psicología del Desarrollo y Educación Infantil del CNRS-La Sorbonne y autor del libro ‘Aprender a resistir’. Houdé preconiza un aprendizaje adaptado a estas mutaciones.
¿Es diferente el cerebro de los niños nacidos en la era digital?
El cerebro es el mismo, pero los circuitos utilizados cambian. Frente a las pantallas y en la vida en general, los nativos digitales tienen una especie de tren de alta velocidad cerebral que va del ojo al pulgar. Utilizan sobre todo una zona del cerebro, el córtex prefrontal, para mejorar esa rapidez de decisión y de adaptación multitarea. Sin embargo, esto se hace en detrimento de otra función de esta zona, que es más lenta, de distanciamiento, de síntesis personal y de resistencia cognitiva.
¿A qué llama usted ‘resistencia cognitiva’?
Hay tres sistemas en el cerebro humano: uno es rápido, automático e intuitivo, altamente requerido en el uso de pantallas; el otro es más lento, lógico y reflexivo, y un tercer sistema en el córtex prefrontal permite arbitrar entre los dos primeros: el corazón de la inteligencia. Permite inhibir los automatismos del pensamiento cuando se hace necesaria la aplicación de la lógica o de la moral. Es la resistencia cognitiva. Inhibir es resistir. Los nativos digitales deben reaprender a resistir para pensar mejor.
¿Cómo puede traducirse esto en la vida de los niños?
Es un proceso de adaptación notable, de toma de distancia que permite resistir a las respuestas impulsivas. Pero la maduración de este proceso es lenta en el curso del desarrollo del niño y del adolescente. Es por eso que hay que educarlo y entrenarlo intensamente en el colegio. Es lo que yo llamo ‘aprender a resistir’, una pedagogía del control cognitivo. Nosotros lo hemos demostrado en el laboratorio, pero aún falta por demostrar sus aplicaciones en la escuela. Es útil para el razonamiento, la categorización, pero también la lectura o las matemáticas.
¿Y puede tener una utilidad social este mecanismo cerebral?
Permite, por ejemplo, evitar decisiones absurdas, a veces de manera colectiva, en una empresa. Permite también resistir, en nuestras democracias, a las creencias erróneas: las teorías del complot, por ejemplo, o a estereotipos muy anclados. La resistencia cognitiva es también un factor de tolerancia, permite la inteligencia interpersonal, es decir, la capacidad de callar su propio punto de vista para favorecer el del otro. Cuando los atentados de París llevan a hablar de ‘desradicalización’, de lo que se trata es de esa resistencia cognitiva. Educar el cerebro es enseñarle a resistir a su propia sinrazón, un verdadero desafío para las ciencias cognitivas y para la sociedad actual.
Características
Cotidianidad: navegan a través de dispositivos electrónicos durante horas. Pagan mucho dinero por un teléfono inteligente, pero obtienen música, videos, películas y contenidos gratis en la web. Adoptan modas que se propagan por ella, su vocabulario está lleno de acrónimos y anglicismos y sus ídolos son estrellas de la red.
Amigos: más de la mitad de los ‘Z‘ consideran que la vida social transcurre en las redes, donde el 84 % tiene cuentas, según una encuesta de la agencia JWT, de EE. UU. Para ellos es más fácil chatear que hablar.
Conocimientos: fanáticos del “autoaprendizaje permanente” echan mano de los tutoriales de Youtube; han visto caducar tecnologías, como los radios, CD y DVD y todo lo obtienen de la red. Su atención es breve; no leen, escanean.
Mundo laboral: entre el 50 y el 72 % de ellos quieren crear su propio emprendimiento. La palabra ‘empresa’ evoca nociones negativas como ‘complicada’, ‘despiadada’, ‘una jungla’. Confían en su ‘red’ de contactos para triunfar, antes que en los diplomas y no son amigos de las jerarquías. Al 76 por ciento le gustaría convertir su ‘hobby’ en su trabajo.
*Con información de AFP