Expertos aconsejan qué hacer para formar a sus niños.
Justamente hoy, día en que el mundo católico se alista para celebrar los rituales del Jueves y el Viernes Santo, son varios los cuestionamientos que pueden estar rondando los hogares donde hay diferentes religiones.
Si uno de los padres es católico pero el otro es cristiano, judío, testigo de Jehová, ateo, agnóstico, etc., decidir en cuál de las dos religiones o creencias educarán a sus hijos, si les permitirán escoger una vez crezcan y qué hacer para que en el proceso de crianza no haya conflictos de credos, pueden ser algunas de las disyuntivas más recurrentes.
Sin embargo, cuando se trata de tener hijos y se piensa en un modelo de crianza para ellos, el tema requiere un tratamiento especial.
Para María Stella Rodríguez, psicóloga y magíster en Teología de la Pontificia Universidad Javeriana, el solo hecho de pertenecer a cosmovisiones diferentes pone en juego no solo las formas tradicionales de conformación familiar, sino los patrones de crianza que pueden llegar a ser un factor de conflicto para los padres, sobre todo cuando los elementos de fe y espiritualidad difieren tanto.
Por eso, la experta considera que antes de decidir sobre el modelo de crianza de los hijos, los padres deben partir del respeto por las creencias de la otra persona. “Es común tratar de absurdos o equivocados los dogmas del otro y querer convencerlo de aceptar que los propios son correctos. Entonces, si cada uno se ‘atrinchera’ en su manera de ver las cosas y no se abre al mundo espiritual del otro, jamás lograrán un verdadero respeto que permita fortalecer la relación y la familia”, afirma la investigadora.
Por su parte, el equipo docente de la Maestría en Psicología Clínica y de la Familia de la Universidad Santo Tomás afirma que es importante que los padres logren una relación en la que sea posible la negociación acerca de sus creencias, con el fin de favorecer decisiones y acuerdos mínimos sobre la mejor manera de educar a sus hijos. En este sentido, “los conflictos no se deben resolver por la vía de la imposición o la descalificación, pues resultan costosos para el bienestar emocional tanto del niño como de los mismos padres”, señalan.
Mejor educar en valores
Para los expertos consultados, una vez logrado ese respeto mutuo, el proceso de crianza de los hijos deberá estar basado en consensos y acuerdos. Así, si ambos padres son religiosos pero sus conceptos de fe, sus tradiciones y ritos difieren, lo ideal es que encuentren puntos en común. “Lo primordial es que el niño comprenda que todas las religiones parten de la creencia en un ser supremo y le apuntan a vivir una espiritualidad centrada en un sistema de valores como la honestidad, la solidaridad, la caridad, el amor, la reconciliación y el perdón, entre otros, que en últimas buscan la formación de un mejor ser humano. Incluso, los ateos comparten estos valores comunes”, explica María Ángela Payán, teóloga y docente.
En este sentido, los expertos explican que se pueden dar varios escenarios: uno, donde alguno de los padres se convierte a la religión del cónyuge; otro, en el que ambos conservan su propia espiritualidad, pero acuerdan educar a los hijos en una de las religiones; un tercero, en el cual se permite que los niños compartan las vivencias de ambos cultos sin ser ‘matriculados’ en una u otra creencia para que, poco a poco, vayan explorando las visiones y costumbres de ambos padres y de sus familias extensas; y uno más, dondelos papás puedan educarlos bajo reglas y normas socialmente aceptadas con una autoridad que está basada en “criterios de familia” y no en las tradiciones religiosas o escépticas de las que cada uno procede, como ocurre cuando alguno de los padres es ateo o agnóstico. En estos últimos escenarios son los niños quienes, una vez van creciendo, pueden escoger o decidir sobre sus creencias o convicciones.
Sin presiones
Sin embargo, es fundamental que en cualquiera de estos escenarios exista una verdadera coherencia y respeto en la práctica, ya que, como advierte el sociólogo Andrés Guerrero Albarracín, si cada uno de los padres termina ‘halando’ hacia su lado, generará contradicciones, inseguridad, desorientación e indecisión en los niños, que afectan su desarrollo social y espiritual y su capacidad de autonomía y autodeterminación.
Por eso, los padres deben “evitar confrontaciones y disputas por diferencias religiosas, en presencia de los niños y de ninguna manera involucrar su lealtad. Esto implica no generar situaciones en las que el niño deba elegir las creencias que alguno de sus progenitores le ofrece, en detrimento de la relación con el otro”, recomienda Guerrero, quien resalta que, si bien la diferencia de creencias puede generar choques entre los padres, estas disputas son al mismo tiempo la oportunidad de que los niños aprendan formas de resolución de conflictos desde la tolerancia, el respeto, la diversidad y la pluralidad.
¿Es necesario educar en lo religioso?
Para el equipo de Psicología Clínica y de la Familia de la Universidad Santo Tomás, la religión es una herramienta para transmitir valores y principios sociales y desempeña un papel importante a la hora de apoyar el proceso de crianza de los niños. Sin embargo, advierten que en el momento en que la educación religiosa se convierte en una consigna inflexible para el niño, son más los riesgos emocionales que los beneficios morales de incluirla como parte de la crianza. Por eso, es responsabilidad de los padres abrir el panorama de valores, creencias e implicaciones sociales de ciertas formas de asumir o no lo religioso.
Para los especialistas es importante crear experiencias cotidianas en las que el niño, poco a poco, explore las creencias y posibles visiones de sus padres y desarrolle criterios sólidos a la hora de tomar decisiones en el campo de las convicciones espirituales.