Hace pocas semanas, el ejército nigeriano rescató dos centenares de niñas y adolescentes de las garras del grupo islamista Boko Haram, que por años ha aterrorizado el norte del país. Más del 80% de las rescatadas estaban embarazadas tras haber sido violadas por sus captores.

Por: Marcos Peckel
A miles de kilómetros de allí, niñas yazidíes sufrían un destino similar a manos de los yihadistas del Estado Islámico, que han violado y ultrajado criaturas entre los 8 y los 14 años, muchas de las cuales terminaron igualmente embarazadas.
Tragedias similares han ocurrido en nuestro país, ya sea en Buenaventura, en los Montes de María, en Urabá, Chocó y otras regiones cuyos nombres son sinónimos de la guerra que ha azotado Colombia en las últimas décadas, en las que niñas han sido víctimas de vejámenes sexuales por parte de actores armados.
La violación de mujeres y niñas ha acompañado las guerras desde los albores de la humanidad. Las grandes conquistas han tenido como característica la esclavización sexual de niñas y mujeres de los pueblos derrotados, con el objetivo de humillar y someter, además de saciar apetitos.
Documentadas  para la historia quedaron las violaciones masivas y la esclavización sexual de niñas durante las campañas de los vikingos en las islas británicas, los mongoles en las estepas de Asia, los árabes en el norte de África, los españoles en las Américas, alemanes en el sur de África y un larguísimo etcétera. Niñas y niños no se salvaron durante el incontenible avance de las legiones romanas.
Centenares de miles de adolescentes coreanas y chinas fueron confinadas en campos de esclavitud sexual por los japonenses durante la Segunda Guerra. Los crímenes contra niñas y mujeres fueron extensamente aludidos durante los tribunales de Núremberg y Tokio, sin que una sola condena fuese proferida.
Únicamente tras las estremecedoras imágenes de miles de mujeres musulmanas violadas durante la guerra de Bosnia, el Consejo de Seguridad en 1992 finalmente declaró las violaciones como crimen de guerra, lo cual quedó igualmente plasmado en el Estatuto de Roma, en la sección de crímenes de lesa humanidad.
Sin embargo, los actuales conflictos en el planeta involucran en su casi totalidad actores no estatales, para quienes las leyes de la guerra son letra muerta y para quienes las niñas del enemigo seguirán siendo un irresistible objeto del deseo, inocentes víctimas de la barbarie que poco ha cambiado desde la época de las cavernas.
Tomado de: http://www.elespectador.com/opinion/ninas-de-guerra