Nuestra labor solo estará completa cuando logremos ofrecer a todos ellos una atención de alta calidad y al alcance del pleno disfrute de los avances científicos y tecnológicos de la profesión.
Recordemos que la medicina es ciencia y arte, y que su ejercicio como profesión siempre estará sustancialmente relacionado con la maravillosa complejidad del cuerpo y la mente humana, independientemente del grado de desarrollo tecnológico que la sociedad alcance.
Durante el medio siglo pasado se produjeron un sin número de grandes adelantos en la ciencia que han impactando de manera transcendental todos los campos del conocimiento humano.
La medicina y las ciencias de la salud no han sido ajenas a sus efectos, y es así como ellas han sido permeadas por conceptos como la globalización, nanotecnología, teleasistencia, clonación, bioterrorismo y otros tantos que, desafortunadamente en algunos casos, se han manifestado como un dominio experto de la ciencia en detrimento de la profesionalidad con compromiso social del médico.
Y es que el ejercicio en ciencias de la salud es la base del contrato social del médico y en general del profesional de la salud con la sociedad. Es ella en sí una fuerza estructuralmente estabilizadora y moralmente protectora de la sociedad. En la profesionalidad se integran los valores, las actitudes y las habilidades que permiten a la sociedad confiar en el médico bajo la premisa de que antepondrá siempre la búsqueda del bienestar para sus pacientes, aún en detrimento del suyo.
[dt_sc_pullquote type=”pullquote5″ align=”right” icon=”yes”]Recordemos que la medicina es ciencia y arte, y que su ejercicio como profesión siempre estará sustancialmente relacionado con la maravillosa complejidad del cuerpo y la mente humana, independientemente del grado de desarrollo tecnológico que la sociedad alcance.[/dt_sc_pullquote]
Desde los tiempos de Platón se ha planteado la pregunta de si la “virtud” puede ser aprendida a través de la práctica o de la enseñanza. Aristóteles aportó la premisa de que el ser humano aprende a través de la práctica y que la mejor práctica es seguir el ejemplo de una persona virtuosa. Este “maestro virtuoso” en medicina debe estar siempre comprometido con la integralidad en la utilización del conocimiento y en la optimización de los recursos; la compasión como guía de acción frente al sufrimiento y la mejora constante del desempeño profesional para garantizar la mejor atención posible al paciente.
Dada la gran dinámica de cambios que constantemente se produce en los sistemas de seguridad social de los países, las grandes escuelas de medicina nos preocupamos ahora por formar en ética y profesionalidad a nuestros alumnos, para que con el amparo de estas dos disciplinas logren implementar los cambios propuestos para el ejercicio de la profesión sin amenazar su naturaleza y sus valores.
Entonces, si basamos el ejercicio de la Medicina sólo en el conocimiento, en la autonomía para la toma racional de decisiones, en el compromiso altruista de servicio y en la rigurosa autorregulación, podremos aproximarnos al cierre del abismo entre los derechos, las expectativas de los pacientes y los cuidados de salud que ellos reciben. Nuestra labor solo estará completa cuando logremos ofrecer a todos ellos una atención de alta calidad y al alcance del pleno disfrute de los avances científicos y tecnológicos de la profesión.
Recordemos que la medicina es ciencia y arte, y que su ejercicio como profesión siempre estará sustancialmente relacionado con la maravillosa complejidad del cuerpo y la mente humana, independientemente del grado de desarrollo tecnológico que la sociedad alcance.
Hernando M. Baquero Latorre
Decano Medicina
Universidad del Norte, Barranquilla