Dra. María Alejandra García
Pediatra Puericultora
“Ya estás aquí. Mi voz te nombra. Mi voz, como una barca, se mece entre las luces y las sombras. De corazón a corazón: sístole y diástole, viene a tu cuna la voz de la memoria. Para que vueles al país del sueño, yo sigo aquí, cantándote”.
Yolanda Reyes, ‘El libro que canta’.
Tantas veces hemos visto la mirada expectante y amorosa de unos padres a la espera del mejor encuentro de la vida, que a veces olvidamos asombrarnos ante el momento único del primer llanto, así como olvidamos la belleza, tan clara ante nuestros ojos nublados, de ese primer contacto madre-hijo. No dimensionamos la intensidad que hay tras el primer abrazo en el que se funden, piel con piel.
Y luego, además, las cosas no salen como esperamos. En ocasiones imaginamos una ruta, hacemos planes, trazamos un mapa, y la vida nos enfrenta a caminos diferentes a los previstos. Durante los últimos cinco meses, la enfermedad producida por el virus SARS-CoV-2 o “el Coronavirus” llegó para generar incertidumbre y miedo, para cambiar los planes previstos, y, sin embargo, los bebés siguen naciendo y con ello también lo hacen madres y padres a diario. Nacen hermanos, tíos y abuelos.
Nuestro deber como médicos y en especial como pediatras, es procurar, como insiste Michel Odent (Obstetra francés defensor del parto fisiológico), no perturbar demasiado ese proceso involuntario de dar a luz y por el contrario, propiciar que madre e hijo disfruten este primer encuentro. Podemos empezar entonces, por aplicar los lineamientos de atención de la madre con sospecha o infección por Covid-19 y su recién nacido, de una manera tranquila, consciente y mesurada. Si la madre y el hijo sienten un estrés excesivo, se podría afectar la calidad de esa primera impronta emocional en el recién nacido.
Recordemos las bondades del contacto piel a piel en los primeros minutos de vida, que no son pocas: en el caso del recién nacido regula el ritmo cardíaco, mejora la termorregulación y la adaptación neonatal, promueve el inicio temprano de la lactancia materna así como la lactancia materna exclusiva, disminuye el estrés neonatal, así como en la madre reduce la ansiedad y la depresión postparto, y disminuye el riesgo de sangrado; además, es uno de los instantes más importantes para construir un vínculo adecuado entre madre e hijo. Sabemos que el recién nacido tiene niveles muy altos de catecolaminas en especial la primera hora postparto, que fortalecen la memoria y el aprendizaje e incrementan la sensibilidad por el olor de la leche materna y el arrastre hacia el pecho de la madre, y esto, al final, favorece el proceso de apego.
Sabiendo esto, las guías orientan a que en todos los casos de madres y recién nacidos Covid (+) asintomáticos, se favorezca el contacto piel a piel y el alojamiento conjunto, y se tomen las medidas de aislamiento de contacto y gotas entre madre e hijo: lavado de manos adecuado y frecuente, uso de mascarilla para amamantar y limpieza de mamas y pezones.
En el caso de madres sintomáticas confirmadas con Covid-19 o sospechosas de infección, se debe realizar pinzamiento habitual del cordón sin cambios. Además, puede realizarse el contacto piel a piel con el uso permanente de tapabocas e individualizar la necesidad y duración de aislamiento y separación madre-hijo, según la evolución clínica del neonato. En ningún caso se debe suspender la lactancia materna. Si la separación de la madre y el bebé es francamente necesaria, se debe optar por la extracción manual de la leche materna, almacenamiento y administración con vaso o cuchara de la misma, para luego favorecer el agarre y la continuidad de la lactancia.
Para concluir, el proceso de dar a luz y luego la adaptación neonatal, no son solo un «acto médico» marcado por un adecuado protocolo que evita cualquier riesgo, dolor o peligro. Es necesario propiciar partos respetuosos y afectuosos en los que se favorezca el vínculo entre la mamá y el recién nacido desde el primer momento. En tiempos de Covid, es fundamental el apoyo materno periparto, permitir llamadas y vídeollamadas, así como el acompañamiento de un adulto bajo todas las condiciones de bioseguridad para la madre y el recién nacido.
Recordemos que el mundo necesita más paciencia, más amor y más cuidados. Favoreciendo la lactancia materna, cuidamos a los recién nacidos, cuidamos la vida, cuidamos el planeta.