Por: Oscar Tulio Lizcano

Nuestro sistema de salud ha logrado, literalmente, ser eso: un sistema; arbitrario, sin concesiones. Hace poco la revista Semana publicó una reveladora entrevista con el presidente de la Sociedad Colombiana de Pediatría, Nicolás Ramos. Explicó que la mayoría de los médicos deben atender a los niños —en general a todos los pacientes— en 20 minutos. Gastan ocho en llenar formatos y 12 para examinar, diagnosticar, recomendar, educar.

Y señaló también que mientras en países desarrollados de cada 100 niños con cáncer 85 se curan, en Colombia lo logran 50. Citó un estudio de la Universidad de Harvard y el Instituto Nacional de Cancerología, que señala que las barreras de acceso son la principal causa de la muerte infantil. “Muchos niños no solo son víctimas del cáncer, sino de la tramitología, la burocracia y la inoperancia del sistema”, afirmó.

Hablaba del cáncer. Pero si cuantificáramos esa diferencia con relación a otros países, la cifra en Colombia sería monstruosa. Y si a esa regla de tres le sumamos los niños que mueren por desnutrición, la desazón no tendría nombre. ¿Cuánto futuro estamos matando sin que ningún gobierno actúe frente a un sistema de salud burocrático e indolente?

Muchos niños mueren cada año que pasa, en las puertas de un sistema de salud que no los atiende. Ante la orfandad absoluta, los colombianos echan mano de la tutela, una acción cuya cifra lo dice todo: 118 mil en el 2014 para recibir atención en salud. Sin embargo, el Gobierno no ha escatimado en palabras, palabras y solo palabras sobre la reforma que supuestamente nos iba a salvar de las colas. Mientras tanto, seguimos escuchando ridículas anécdotas de EPS que llaman a los pacientes para otorgarles la cita, cuando al otro lado de la bocina, una voz en sollozos, responde: “gracias, ya murió”.

De nada sirve que los ministros de la Salud —entre ellos el actual—, escriban con letras de oro en nuestra Constitución que hay que salvaguardar la salud sobre cualquier interés. Incluso muchos de los que económicamente pueden afiliarse a la medicina prepagada, no reciben una atención oportuna.

Nadie les cree a los ministros de Salud. Beatriz Londoño, por ejemplo, dijo que en tres meses todo iba a cambiar, a propósito de la Ley 138, sancionada en marzo del 2011. Esos 138 artículos no arreglaron nada. Hace poco una reforma constitucional también prometió un optimista revolcón y hasta ahora el actual ministro, Alejando Gaviria, no muestra resultados concretos. Y la corrupción en el sector, por su parte, sigue campante, miles de usuarios padecen ahora el cierre de Caprecom EPS.

Mientras tanto, como lo evidenció la entrevista de Semana con el doctor Nicolás Ramos, nuestros niños, las nuevas generaciones de colombianos, son presa fácil de ese sistema perverso de salud.

La bella letra de ‘Canción de un niño en la calle’ —original de Armando Tejada y famosa en la voz de Mercedes Sosa—, reza que “es honra de los hombres proteger lo que crece”. Nuestro sistema de salud, sin duda, es una deshonra.

 

Tomado de: http://www.elcolombiano.com/proteger-lo-que-crece-GE2897686