¿Por qué no ven que la gente que puede comer bien eleva la productividad de todas y de todos?
En Colombia nos debemos un análisis serio sobre el salario mínimo. Asunto complejo, que no podemos seguir despachando con la discusión precipitada de fin de año; de ética pública, pues se trata de decisiones de unos pocos sobre el bienestar de millones y que no puede resolverse diciendo que “tenemos que hacerlo porque nos obliga el mercado”, pues esto no es cierto, el mercado no obliga éticamente a nadie.
Los partidarios de la economía social de mercado sabemos que al mercado hay que incorporarlo con rigor, pero someterlo al ser humano y a la naturaleza o, de lo contrario, termina por destruir el bien común.
Con la economía que mejor se comportó en el continente en el 2014, somos uno de los países más inequitativos del mundo y con ello rompemos la convivencia y atrancamos la productividad global, la paz y la felicidad que pudiéramos tener todos los colombianos.
La enseñanza social de la Iglesia pide un salario decente que cubra las necesidades de toda la familia y permita ahorrar para el futuro. Nuestro salario mínimo está lejos de esto. El espacio de esta columna es demasiado pequeño para mostrar cómo un salario mínimo justo para el trabajo formal de base no es inflacionario, eleva la productividad global, la demanda agregada, el crecimiento sostenible y el ahorro.
Miremos la realidad: el salario mínimo para el 2015 es de 644.350 pesos. Una familia popular de 4 miembros donde solo uno devenga este salario dispone de 5.300 pesos día por persona para todos los gastos; si son 5, dispone de 4.300 pesos por persona.
Esta familia gasta por persona 4.800 pesos diarios en comida: desayuno, 600; almuerzo, 2.000; cena, 1.200, y 1.000 en meriendas repartidos entre mañana y tarde. Son 576.000 al mes que equivalen al 89 por ciento del mínimo. Si son 5, gasta 720.000 al mes en comer austeramente; es decir, 75.000 pesos más de la totalidad del salario. Situación incomprensible para gerentes y políticos que gastan máximo el 15 por ciento del ingreso mensual en alimentos.
Esta familia no solo come. Necesita servicios, transporte, ropa, salud, utensilios, libros, alguna celebración, algún funeral, se endeuda por un televisor y con frecuencia paga arriendo. En jerga económica, su propensión media a consumir es de 1,5 o de 2. Es decir, por cada 1.000 pesos del salario gasta 1.500 o 2.000. Tiene que encontrar otro ingreso o recortar comida.
Planteo estas preguntas a los que decidieron el monto del salario mínimo:
¿Acaso la productividad individual no se da dentro de una totalidad productiva a la que contribuye toda la población activa y no solo determinado tipo de trabajo, aunque haya labores que aportan más?
Si el salario de cada uno corresponde a una productividad conectada con la de los demás, ¿cómo saben que el trabajador de base es 4 veces menos productivo que las secretarias, 14 veces menos que los académicos, 20 veces menos que los empleados públicos altos, 40 veces menos que los congresistas y cien veces menos que los gerentes de los bancos? ¿No debería reconocerse y distribuirse mejor esta productividad de todos?
¿Por qué no ven que la gente que puede comer bien, estudiar bien y descansar bien eleva la productividad sostenible de todas y de todos y la paz del país?
¿Por qué con argumentos de inflación se castiga al trabajo productivo de base y no al trabajo improductivo inflacionario, que paga 4 billones anuales a la corrupción?
¿Por qué no se analiza la inflación generada por pensiones de más de 20 millones mensuales (equivalentes a dos años de salario mínimo con todas las prestaciones) que reciben personas que quizá no tuvieron nunca ese aporte a la productividad global y no lo tienen hoy de viejos, cuando su productividad es muchísimo menor?
Francisco de Roux*
* Jesuita
Tomado de: http://www.eltiempo.com/